Ojalá la gente siempre se acuerde de ALAN, nunca hicimos algo malo para el cliente, siempre fue luchar para mejorar”

El CECIP entregó una plaqueta a Ricardo Alassia, quien después de 51 años de trayectoria comercial y hacer trascender la ciudad con sus productos de heladería y pastelería, decidió cerrar sus puertas definitivamente en el tradicional local de calle Avellaneda.

En conversación con EL HERALDO-Diariodelasvarillas, afirmó que después del fallecimiento de su esposa, Gladys, de quien no se separó ni un solo día ya que compartían la jornada completa trabajando en el negocio, incluso comentó que la cara visible era ella, mientras que él se encargaba de la tarea que no tenía contacto con el público.
La sigla ALAN resumen sus apellidos, Alassia el paterno y Andi el materno. Cuenta que desde muy pequeño tuvo que salir a trabajar porque su papa falleció muy joven, a los 35 años, y salía vender empanadas para ayudar a su mamá que había quedado sola, a los 10 años comenzó en la Pastelería Roma, fue el primer empleado pero cuando la misma se iniciaba con la familia Cagnacci, los italianos que la habían fundado, después de varios años la venden y es adquirida por la familia Mainero, mencionando la relación casi de hermandad que lo une con Miguel Ángel, quien todavía, luego de haberse cerrado la “Roma” continúa elaborando productos de pastelería en su casa.

“Siempre fui un apasionado de la pastelería, mi vida fue trabajar y trabajar”

Por distintos motivos y desavenencias, en un momento decide irse a la localidad de Alicia donde un conocido le consigue trabajo en la panadería de la familia Ghiotti: “Me iba los martes a las 16,00 cuando salía de acá, trabajaba hasta las 00:00 allá, me llevaban y me traían en el auto los días martes y viernes, decido dejarlo porque era muy bravo, tenía 13 o 14 años, y con muy buen sueldo me llevan allá, y me quedaba el sábado y lunes libre, entonces iba a trabajar a San Francisco, Villa María y Hernando, y así empezó el derrotero de mi oficio, que era pastelería, hacíamos de todo, torta de novios, era una época que se hacían tortas de 30 o 40 kg de diferentes formas. Siempre fui un apasionado de la pastelería, mi vida fue trabajar y trabajar, a tal punto que he tenido problemas con mis dos hijas por ello, y ahora digo que tienen razón, pero no sabía hacer otra cosa porque prácticamente soy analfabeto, tengo segundo grado…”, se explayó Ricardo en la charla con EL HERALDO.

Cuando deja el trabajo en Alicia, junto a su esposa emprenden ALAN, en el local de Avellaneda 19, muy cerca de donde después se instalaron hasta hace un mes que cierra definitivamente sus puertas, iniciando la actividad con pastelería, y luego le anexan heladería “lo que era todo nuevo para mí, pero tuve una gran ayuda con la familia Barra, de Heladería Mayo, que me enseñó desde el primer punto hasta el último hasta que yo empezara, y así empezamos…”, expresó.

“Mi señora estaba al frente, ella era el motor de todo, sin ella no hubiera podido hacer nada”

Durante muchos años la salida obligada de muchas familias de la ciudad y la zona terminaban en ALAN con el exquisito helado, y con el tiempo con la compra del pan dulce para las fiestas de fin de año, el cual además de ser de calidad, se vendía a diferentes clientes en distintos puntos del país. “Con Vega del frigorífico La Estrella, lo llevaban al sur del país, el pan dulce salía con el nombre de la empresa”, recordó.
El secreto del éxito en sus productos, tanto el helado como el pan dulce, era que siempre usaron mercadería de primera calidad para elaborarlos, además de haberse capacitado en cuanto curso había: “En esos años se usaba mucho los cursos de los distribuidores de materia prima, que daban cursos en el país y países vecinos como Brasil, Uruguay, fuimos a todos lados, y a medida que pasó el tiempo me acompañaba también Gladis, porque quedaba ella al frente de todo, ella era el motor de todo, sin ella no hubiera podido hacer nada, yo me encargaba de las máquinas que hice con mi tío, la mayor parte de lo que tenía en el negocio lo fabriqué yo”, afirmó.

“El pan dulce es un hijo más para mí, cuando llega el momento de hacerlos, directamente no duermo”

Aseguró que le costó tomar la decisión de cerrar, pero quedó solo, sus dos hijas optaron por no seguir “y me pongo en el lugar de ellas, porque comenzábamos a la madrugada y trabajábamos todo el día, se nos pasó la vida trabajando, mucho esfuerzo, siempre queríamos progresar y progresar, nos tapó el trabajo, a tal punto que me tuve que someter a varias operaciones, tengo 73 años y aunque tengo la vitalidad de siempre, el cuerpo tiene su desgaste, y sigo luchando…”-dijo-.

Manifestó que está muy agradecido a la gente de Las Varillas, de la zona, y a los clientes que lograron cosechar en todo el país en todos estos años: “Ojalá la gente siempre se acuerde de ALAN, nunca hicimos algo malo para el cliente, siempre fue luchar para mejorar”, subrayó.
Por último, comentó que seguirá haciendo su pan dulce, al cual le imprime un sello propio y sumamente exigente en cuanto a la materia prima, que sostiene debe ser de la mejor calidad, con “el higo en el medio que nunca vi en otro lado, para mí es un hijo más, y cuando no sale como yo quiero no lo vendo, he tirado horneadas enteras, es un pan dulce de mucha fruta y no es fácil hacerlo leudar, si no tiene la fruta que tiene y no desarrolla como tiene que ser, no lo vendo, cuando estamos en el mes de hacerlo, no duermo, voy a cada rato a mirarlo como desarrolla, estamos usando masa madre en un 50 por ciento, fuimos los promotores de hacerla sin levadura, además no tiene nada de conservantes, lo que yo hago y como se lo brindo a los clientes, algo bueno y de calidad”, concluyó.

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