El caso de Aralí, la niña de 8 años de la localidad de Brinkmann que en principio parecía tratarse de una muerte debido al incendio de su vivienda con el paso de las horas se fueron develando otras situaciones que dejaron al descubierto el horror dentro del horror, y que comenzó a poner en tela de juicio la manera de trabajar, y si realmente se llega a tiempo en situaciones tan delicadas que viven muchas familias vulnerables o con tramas relacionadas a las adicciones, violencia, etc..
El hecho ocurrió el sábado 2 de noviembre, cuando los bomberos fueron convocados por un incendio en una vivienda, donde encontraron el cuerpo de la niña, aunque luego de la autopsia se reveló que en realidad la menor había fallecido varias horas antes por un traumatismo de cráneo y el incendio quiso tapar el homicidio, que además ocultaba situaciones de abuso hacia la menor, lo que fue reconocido por uno de los detenidos.
Por el homicidio están presos el padrastro de la niña, Matías Simeone, acusado de ser coautor del crimen junto con un amigo, Cristian Hernán Varela, y la madre, Rocío Rauch, imputada por homicidio calificado por el vínculo en calidad de partícipe necesaria. Estiman que la acusación se podría agravar a medida que se sumen pruebas en la causa.
El hecho que conmocionó no sólo a la localidad de Brinkmann, sino a la provincia e incluso llegó a medios nacionales, puso en tela de juicio cómo trabajan los organismos que deben proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes, teniendo en cuenta que existían testimonios de vecinos (contado por el mismo Fiscal de la causa en conferencia de prensa), que tanto Aralí junto a sus dos hermanos estaban descuidados, “y vivían en un contexto de extrema violencia”.

Frente a todo esto, comenzaron a crecer los cuestionamientos a los organismos que trabajan y deben ocuparse de la protección de los menores e intervención en este tipo de casos, como la SENAF (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia), que depende del Ministerio de Desarrollo Humano, ordenó una investigación administrativa para determinar responsabilidades si las hubiere y sanciones.
Ahora bien, una vez más se llega tarde, evidentemente en este caso puntual no se actuó a tiempo, no se puede generalizar, posiblemente en otros sí se haya llegado a tiempo, pero la realidad es que la muerte de Aralí hace que la sociedad en general y el Estado y la justicia en particular, que son los primeros eslabones de la cadena que puede prevenir estos hechos tristes y dramáticos, tienen falencias, algo ha fallado, ¿quizás algo falla?, y es el momento de hacer replanteos en cuanto al abordaje de la problemática social que está atravesada por las adicciones, ambientes dañinos para el desarrollo de los niños, entre otras cosas que son más difíciles de resolver en el corto o mediano plazo, pero por lo menos empezar a pensar en introducir algunas herramientas y mecanismos que puedan aportar a la prevención y poder salvar a otra Aralí.
No se trata de levantar el dedo acusador sobre los profesionales que trabajan en estos organismos que dependen del Estado, tampoco de la justicia, pero el caso de Brinkmann, una localidad pequeña donde los vecinos y muchas otras personas conocían cómo vivían estos niños, hace repensar si realmente están cumpliendo la función para lo que fueron creados, si desarrollan su tarea como corresponde, si se escucha a los vecinos o ¿sólo se mueven cuando tienen una denuncia policial o judicial?, porque quizás así está establecido. O, tal vez, conocer si hay algún otro motivo que les impide actuar.
La pregunta es: ¿Se sigue llegando tarde?, como sociedad todos tendríamos que interpelarnos y en todo caso plantear que evidentemente hay cosas que cambiar, mejorar, prevenir, modificar legislación, qué tipo de profesionales trabaja en dichos organismos, es suficiente el personal, y tantos otros interrogantes, que ante lo ocurrido toman relevancia, y conlleva cierta tristeza al pensar que tal vez se podría haber evitado la muerte de una niña de 8 años, pero lo más importante es que estas situaciones tienen que servir para ajustar lo que haga falta de ahora en adelante para que no haya una nueva Aralí.