Lamentablemente el viernes pasado la imagen del día fueron los destrozos en el Registro Civil, macetas rotas, botellas de alcohol y otros residuos, que se encontraron los trabajadores del mismo al llegar al lugar.
A ello, se suma que, durante la semana pasada, hubo distintas reuniones entre las autoridades policiales, municipales y guardia local, por situaciones que se venían produciendo los últimos 15-20 días, que implicaban que un grupo de adolescentes (que están identificados y serían menores de edad), incitaban a pelear, o en algunos casos golpearon a otros que salían de fiestas de 15 años.
Por un lado, el daño al espacio público es algo que se reitera periódicamente, ha sucedido con otros lugares de la ciudad, sobre lo cual se refuerza el control y muchas veces se identifica a los autores, a quienes se les llama la atención, pero al tiempo vuelven a ocurrir hechos de similares características. Ni hablar de que, y esto se extiende a los adultos también, a pesar de que hay cestos de basura públicos en muchos sectores comunes de la ciudad, aparecen botellas vacías, papeles, etc., lo cual ya es un problema de hábitos, que no sólo los jóvenes no terminan de incorporar, sino tampoco los adultos.
Por supuesto que no son todos los jóvenes ni todos los adultos, pero si suceden estas cosas, ya sea los destrozos o las peleas, el tema requiere un abordaje social, no hay forma de cambiar conductas en el caso de la basura en la vía pública, o romper cosas en espacios públicos que utilizamos todos, incluso los mismos que los rompen, si no existe un involucramiento de la sociedad en su conjunto.

“No se puede poner un policía en cada lugar o que controle a cada ciudadano”, las autoridades policiales como municipales tendrán que hacer su parte: controlar, sancionar, en casos más extremos intervendrá la justicia con los cuidados de cada caso en los que hay presencia de menores, y sobre todo los organismos que tienen poder de decisión y de acción, deberán estar más atentos a la prevención, hacer cumplir las ordenanzas vigentes (en especial la venta de alcohol a menores), anticiparse para que luego de advertir la posibilidad de que haya hechos que puedan llegar a mayores, intervengan para que estos no sucedan. Pero sin lugar a dudas que sin el acompañamiento de la sociedad, y decimos sociedad, porque no es sólo la familia, sino que también es la escuela, también son los clubes, también son las instituciones artísticas, la tarea es conjunta.
Cuando los médicos hablaban de las secuelas de la pandemia, algo nuevo que nos tocó vivir en este espacio de la historia, la última fue hace cien años, no sólo se referían a la salud física, sino fundamentalmente a la salud emocional, y de esto no escapó nadie, en particular los niños y jóvenes, que perdieron mucho más que otros, la libertad de encontrarse con sus pares en la escuela, las actividades deportivas y recreativas, y se recluyeron en sus habitaciones acompañados con el celular, donde se introdujeron en un mundo nuevo y atractivo, y así se hicieron populares los youtubers, los juegos on line, entre otras tantas cosas, que llevaron a conductas más individualistas, creando lenguajes propios, con menos interés por el otro y por el espacio que los rodea, de los chicos y también de los grandes. Eso todavía cuesta recuperar.
Posiblemente esto es lo que todavía falta trabajar socialmente, seguramente la preocupación es de todos, es difícil pensar que a nadie le importe pensar en un futuro mejor, pero, y a pesar de ser reiterativos, citamos una vez más la acertada frase del Papa Francisco, que encaja perfectamente en todas estas situaciones: “Nadie se salva solo”.