Natalia contó a EL HERALDO, que arrancó como un manotón de ahogado “cuando quedé embarazada de Angelita, mi hija, y sin trabajo, entonces empiezo a vender a pedido, a ver que era, como funcionaba esto, ya que no conocía nada del rubro. Empecé vendiendo ropa y calzado y me dedico al calzado, lo que más se pedía y siempre la idea fue el día de mañana poder tener un negocio, lo veía muy lejano, fue muy difícil, sin plata para invertir, sin nada y me fui armando. Las chicas que me siguen, que hace mucho que me conocen saben que cuando comencé tenía una mesita de televisor con cuatro zapatillas arriba, hasta que después de 10 años, llegamos al fin al local, acá me vine el año pasado”.
Recuerda que fue difícil hacerse conocer: “Acá en los pueblos chicos si no te conocen es difícil y bueno todo lo que se vendía era para que quedara para el negocio, para ir creciendo. Era complejo económicamente porque yo, si bien trabajaba, no había otro ingreso en la casa, porque todo quedaba para el negocio, entonces si en un pedido había hecho cinco pares, el próximo yo pedía hacer doce y así siempre tuve las metas claras y creo que por eso también se pudo
dar, pero siempre con ganas”.
En los primeros tiempos funcionó en una cochera de calle Morelli, al frente del Centro de
Empleados de Comercio, y a medida que fue creciendo siempre soñó con su local propio, y aunque le parecía que faltaba mucho, nunca decayó en ese objetivo y pudo concretarlo: “El año pasado me vine para acá ya con un local, como siempre digo al fin tengo una vidriera, porque allá no dejaba de ser una cochera, si bien para mí, mi primer paso fue ese, y me fue muy bien, en aquel barrio mis clientas que
me siguen hasta acá, todo lo que es el barrio 2 de Abril y toda esa zona, unas genias que vienen hasta acá, y son toda gente grande. No trabajo mucho con la juventud, trabajo más de 35, 40 para arriba, ellas me siguen todas hasta acá. Y acá fue un desafío también porque cambiar no solamente la zona, sino tener
una vidriera, tener un local, no es lo mismo que una cochera.
Me ayudó mucho mi marido, los muebles la mayoría me los hizo él, sabe hacer de todo, así que
me ayudo un montón y me daba bolilla en sus tiempos libres, en lugar de descansar se ponía a
trabajar con los muebles. Otras cosas las fui comprando usadas porque por ahí no me daba el dinero para comprar nuevo.
Ya me vine bastante armada acá porque en la Morelli ya estaba media apretadita, y después si, en el último año adquirí algunas cositas nuevas, pero fue todo un desafío también porque es diferente cuando vos tenés un local, porque vos sabes que no solamente la gente te ve acá adentro, sino que te
ven desde afuera”, se explayó.
«El secreto es no aflojar»

Al ser consultada qué les diría a otras mujeres que quieren emprender y no se animan, afirmó: “
“Que se animen, pero no hay que aflojar. Yo muchas veces tuve ganas de dejar por un montón de cosas, por cuestiones económicas, a veces veías que trabajabas todo el día y no tenías rédito, las famosas cuentas, que a mí me conocen porque soy bastante exigente con el tema de las cuentas porque es mi dinero, eso fue por ahí lo que me hizo más conocida, a veces poner algún nombre que me enojaba
porque vos le dabas la confianza y no te cumplían y bueno muchas de esas veces tuve ganas de dejar, porque a veces te perjudicaba un montón, y después aprendes, con los años vas teniendo paciencia, vas aprendiendo a tratar con la gente de otra manera, yo de la forma en la que me enojaba hace ocho años
atrás, hoy no. Te vas haciendo, pero no hay que aflojar porque muchas veces vas a tener más
ganas de dejar que de seguir, pero no hay que aflojar”, dijo.
Añadió que valora mucho tener algo propio y realizado con el esfuerzo de muchos años,
pensando que es algo que le puede dejar a su hija Angelita.






