El ex candidato a intendente y funcionario municipal, dirigente de la Unión Cívica Radical de Las Varillas, Jorge Cravero reflexionó sobre la historia del centenario partido, en el marco de haber recordado la “revolución del radicalismo el 2 de abril de 1892” (ver escrito aparte).
En conversación con EL HERALDO- Diariodelasvarillas (nota completa en www.diariodelasvarillas.com.ar- youtube), dijo que en aquel momento algo que los unía y que volvió popular al radicalismo fue la iconografía, la simbología. Además de la boina blanca, la bandera, el escudo, los mitos, las convenciones, toda una estructura interna y orgánica.
“En estos momentos esa identidad que logró el radicalismo durante tanto tiempo, viene perdiendo espacio, está en declive. Yo creo que es el momento oportuno para recuperarla a esa identidad porque sin identidad no hay credibilidad, y sin credibilidad la gente no te va a acompañar en una instancia tan importante como lo es una elección. Ahora es importante mirar hacia atrás para ver cómo se construyó esa identidad y como ha tenido mucho que ver con lo simbólico. La bandera era por ejemplo un símbolo fundamental ya que la primera era verde rosa y blanca, esa bandera si usted recorre los comités ¿Dónde la vas a encontrar?.
«¿Cuántas veces nos hemos reunido en esquinas emblemáticas como Alem o Irigoyen?»
No digo que todos salgan con la boina blanca pero conmemorar una fecha como la del 2 de abril de 1892 que fue la primera elección donde el radicalismo tuvo ciertas posibilidades de llevar a uno de sus hombres a la presidencia y por una maniobra totalmente inconstitucional tiene que abstenerse.
Entonces son fechas sumamente importantes y que lo llevo a que el radicalismo después fuera revolucionario y popular ya que justamente la resistencia de esos dirigentes de ese momento, de armar una coalición con un espacio político al que habían enfrentado con las armas dos años atrás.
Asimismo, se preguntó: ¿Cuántas veces los radicales hemos celebrado el 26 de julio? O ¿Cuántas veces los radicales nos hemos reunido, aunque sea 5 minutos, en una esquina emblemática de Las Varillas como lo es Alem-Yrigoyen. Me costó encontrar el nombre de la candidata a legisladora para las próximas elecciones en la ciudad de Buenos Aires que represente al radicalismo. Estamos hablando de un bastión radical muy importante. Eso indudablemente muestra el declive, la cuesta bajo por el que nosotros estamos atravesando, fundamentalmente porque, no lo voy a generalizar, pero muchos de los dirigentes radicales a nivel provincial y nacional, no a nivel local que hacen un gran esfuerzo para mantener el Comité que es el lugar de encuentro, están mucho más preocupados por su carrera política que por la vida del partido”.
“RESISTIR O CLAUDICAR”
El 2 de abril de 1892, pocos días antes de las elecciones presidenciales, el presidente Carlos Pellegrini, quien ocupara ese cargo en reemplazo del renunciante Miguel Juárez Celman, decretó el estado de sitio argumentando que acababa de descubrirse una conspiración radical para lanzar una revolución.
Los dirigentes del Partido Radical habían renunciado al uso del correo para las comunicaciones entre el Comité Nacional en Buenos Aires y sus adherentes en las provincias, ya que las cartas podían ser fácilmente interceptadas por el gobierno. Para comunicarse crearon su propio servicio de mensajería. Uno de dichos mensajeros fue arrestado y en sus bolsillos se encontró una carta de Leandro Alem junto con otros documentos comprometedores. El detenido confesó en detalle la existencia de una conspiración y Pellegrini luego de una reunión de gabinete declaró el estado de sitio y ordenó el arresto de varios miembros de la Unión Cívica Radical entre los que se encontraban Alem, Francisco Barroetaveña, Marcelo T. de Alvear, Martín Irigoyen y Víctor Molina quienes fueron arrestados y llevados a bordo del buque “La Argentina”, apostado en el Río de la Plata frente al puerto de Buenos Aires. Bernardo de Irigoyen recibió arresto domiciliario en una de sus estancias y en las provincias también fueron arrestados presidentes del partido junto a diferentes ciudadanos adherentes y simpatizantes.
El gobierno afirmó haber frustrado con su accionar una revolución radical que involucraba a unos 500 civiles y a un grupo del ejército, el uso cuantioso de bombas y dinamita, el ataque a las estaciones de policías de la ciudad de Buenos Aires, y un ataque dirigido a las casas particulares de Pellegrini, Mitre, Roca, Luis Sáenz Peña y el general Levalle.

Además, anunció haber hallado y confiscado armas en los Comités de San Juan Evangelista, el popular barrio de La Boca donde Alem contaba con un verdadero bastión, y Monserrat; y haber tomado posesión del edificio y de los archivos del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical en la calle Cangallo. El presidente Pellegrini prohibió cualquier comunicación telegráfica desde la ciudad, e impidió la publicación de noticias sobre el tema; todas las noticias y editoriales periodísticos fueron censurados por la policía.
Los radicales se declararon inocentes. Dado que el estado de sitio les impedía defenderse en la prensa, distribuyeron una serie de panfletos por la ciudad de Buenos Aires en los que afirmaban “han aparentado un simulacro de revolución.” Alem y sus correligionarios serán llevados a juicio inmediatamente después de la primera sesión del Congreso. En esta sesión la asamblea debía aprobar el proceder del presidente Pellegrini. Pese a sus rumores de que se presentarían como prueba documentos comprometedores, días antes de dicha sesión comenzaron a surgir dudas sobre la legalidad de las prisiones de Alem y Molina, protegidos legalmente por sus fueros de Senador y Diputado Nacional respectivamente, y sobre la existencia misma de la conspiración, ya que el gobierno debió admitir que no pudo encontrar armas u otros documentos comprometedores en la ciudad. Los argumentos del presidente eran débiles y el sentimiento generalizado fue que esta conspiración ha sido exagerada con fines políticos y no representaba nada más