Los datos conocidos la semana pasado por el INDEC en relación a los índices de pobreza son tristemente alarmantes, ya que se ubica en el 52,9 por ciento, mientras que el índice de indigencia alcanza al 18,1 por ciento. Es importante decir que los porcentajes se traducen en cantidad de personas, es decir, si los datos se proyectan a todo el país y no sólo a la muestra que realiza el INDEC, la cantidad de personas pobres supera las 23 millones de personas, mientras que las personas en situación de indigencia son más de 8 millones de argentinos (esto es no llegan a cubrir necesidades básicas como alimentos y medicamentos).
Comparado con el segundo semestre de 2023, el crecimiento es significativo, ya que la pobreza era del 41,7 por ciento, y la indigencia del 11,9 por ciento. Y lo más penoso es que el sector más castigado por la pobreza y la indigencia son niños, niñas y adolescentes, los datos oficiales muestran que el 58,4 por ciento de las personas entre 0 y 14 años es pobre, y el 18,9 es indigente. A pesar de que en estos meses se aumentó el 100 por ciento la AUH, evidentemente no es suficiente ni la solución.
En los primeros seis meses de gobierno de Javier Milei se habrían sumado más de 5 millones de argentinos a la pobreza, la mayor parte clase media baja que se terminó de caer, como consecuencia la pérdida de fuentes laborales, la recesión que disminuyó la actividad de los sectores informales, y el ajuste con incrementos en tarifas y alimentos.
Los nuevos pobres e indigentes son sin duda responsabilidad de las medidas del gobierno que asumió el diciembre pasado, pero es iluso creer que la pobreza es toda “culpa” del nuevo gobierno, quizás lo que se le puede atribuir a la actual gestión nacional es cierta frivolidad sus formas de actuar, minimizar todo, y culpar a los que estuvieron “antes”, cuando lo que debería hacer es ponerse seriamente a pensar en presentar definitivamente un plan confiable y serio para saber cómo revertir esto y encontrar alguna salida.
La pregunta es ¿cómo llegamos hasta acá?, evidentemente en estos más de cuarenta años de democracia la gran deuda pendiente es la reducción de la pobreza, de lo cual poco se habla, o mejor dicho se habla mencionando números, déficit y superávit, y por eso las discusiones redundan desde hace años en qué se hace con el gas y el petróleo, o qué se hace con aerolíneas argentinas, si se devalúa o no se devalúa, y parece que siempre estamos estancados en discutir, debatir, tomar decisiones que después se deshacen cuando asume el gobierno siguiente o el siguiente.
En el mientras tanto, en todos estos años la única verdad que podemos observar es la realidad de que hay más pobreza. Cuando las discusiones deberían ser cómo producimos más y mejor, para que se puedan pagar las deudas, y al mismo tiempo crear planes estructurales como políticas de estado que permitan realmente bajar los índices de pobreza. ¿Se puede hacer de un día para el otro, de un año para el otro? Posiblemente no, pero en Argentina nunca se empieza, parece que siempre estamos “congelados” discutiendo el pasado, quién tuvo más culpa de esto o aquello, y no discutiendo futuro: ¿qué hacemos para mejorar la educación?, ¿cómo hacemos para brindar más apoyo al que produce?, ¿cómo hacemos para desarrollar la ciencia y la tecnología para salir al mundo?, etc., etc.
Lo peor es que todos los que todos los que deberían estar discutiendo estas cuestiones son los mismos que vienen fracasando en estos 40 años, incluso el nuevo gobierno, no el Presidente que es nuevo y que representó para muchos una esperanza de algo distinto, pero sí quienes lo rodean que no son nada nuevos, y lo mismo con quienes lo antecedieron, y no sólo la dirigencia política, sino también que se extiende a los sindicatos, a las organizaciones sociales, entre otros.
Lamentablemente la corrupción ha atravesado todas las estructuras de la sociedad en detrimento de aquellos, que son la mayoría de las personas, que se levantan todos los días a trabajar, y que tratan de cumplir con su deber ciudadano pagando los impuestos y cumpliendo las reglas.
Argentina es un país que tiene bendiciones que le dio la naturaleza como pocos con capacidad para producir alimentos para millones de personas, tiene recursos humanos muy preparados y son exitosos en otros países, el acceso a la educación pública y la salud pública sostenida en gran medida justamente por esos recursos humanos que todavía creen que es posible que todos puedan vivir mejor.
¿Por qué será que volvemos a tropezar una y otra vez con la misma piedra?, ¿aprenderemos alguna vez a discutir qué futuro queremos y que incluya a todos?