Su frase de cabecera es “hay que vivir y dejar vivir”, y eso resume una larga y próspera vida.
Héctor Campra, es el industrial de nuestra ciudad de mayor edad, tiene 88 años, y si bien no le gusta
hablar de él y reconoce que es tímido, accedió a ser entrevistado por EL HERALDO-Diariodelasvarillas.com. ar en el marco de los “vivos de instagram” que estamos realizando semanalmente, con la finalidad de rescatar historias y experiencias de vida, en este caso transmitir
un ejemplo de que se puede emprender, sortear obstáculos, llevar adelante una actividad con honestidad, y al mismo tiempo pensar en el otro como un par.
EMPRENDEDOR POR NATURALEZA
Antes de iniciar la empresa en 1962, Héctor vivía en el campo, donde cuenta que cuando escuchaba una carrera de automovilismo por la radio se le aceleraba el pulso y soñaba algún día correr en
auto, pero para ello tenía que tener conocimiento mecánico, por eso se fue a la escuela del Trabajo en San Francisco, y si bien extrañaba mucho sabía que no podría aflojar, y de ahí pasó tres años al ciclo
técnico en Córdoba. Cuando lo sortean para el servicio militar, le tocó el 2, y eso lo llevó a decidirse venir a Las Varillas, y así empieza la historia. “Mi vieja había cobrado una pequeña herencia y me dio la plata para que me comprara un pequeño tornito, empecé con eso, trabajaba para una fábrica de máquinas de coser de San Francisco, y le tenía que hacer 2000 piezas por mes, era así todos los meses.
Mi padre en ese tiempo había comprado un caserón viejo que había en la calle 9 de
Julio, ahí instalamos el torno y las pocas cosas que tenía en Córdoba. Cuando fuimos
a la Usina a pedir electricidad para conectar el torno me dijeron no, para luz le damos
pero para fuerza imposible, se me vino el alma a los pies, y ahí mi padre fue a hablar con
Benoit, quien nos dijo que no nos hagamos ningún problema y nos hizo un lugarcito donde conectamos el torno y trabajamos a todo trapo para completar las 2000 piezas”.

Continúa: “Ahí estuvimos trabajando tres años, y un día me sorprende Benoit y me dice
hacemos una sociedad de hecho, compramos otro torno más, yo ya me había compra-
do otro más grande, ponemos un empleado, empezamos a fabricar compresores de
aire, y repuestos de tractor Pampa, y así hicimos todo tipo de repuestos, hasta tapa de cilindros llegamos a hacer. La Sociedad fue todo de palabra, nada firmado, en aquel tiempo valía más la palabra
que un contrato. Creo que la conducta que a uno le enseñan de chico hay que cumplirla, el que no quiere cumplir algo por más escrito que esté, no lo cumple, y si no está escrito y se da la palabra, el
que es honesto cumple con la palabra”.
Un día repentinamente fallece Benoit, ahí nuevamente se enfrenta un nuevo obstáculo, ya habían hecho un cierto capital, no muy grande.
Los familiares de Benoit le ofrecen venderle la parte, lo cual aceptó, siempre con el apoyo de su padre.
Otro momento duro cuando falleció el primo en un accidente y queda la viuda con cuatro hijos, el mayor
tenía seis años. Indica que nunca hubo ni un sí ni un no, pero con el tiempo le dijo si le parecía bien disolver la sociedad, “nosotros nos hicimos cargo de toda la deuda, todo lo que se debía de la fábrica,
y todo lo del campo. En ese tiempo la gente no llevaba la plata al banco, la prestaban a un comercio, una industria, a un interés siempre más bajo de la inflación, y con eso fuimos avanzando, y pagando las deudas”.
Hay tiempos malos y tiempos buenos, es también cuestión de suerte, en la parte nuestra la suerte hay
que ayudarla un poco, no viene sola”.
OBSTÁCULOS, ESFUERZO Y OPTIMISMO PARA SEGUIR ADELANTE
En esa época la economía ofrecí créditos blandos, porque los intereses eran menores que la inflación.
Durante varios años mientras convenía el cambio, Campra exportó sus productos a Bolivia y Paraguay. Al respecto, trae a la memoria que en una oportunidad partió un tren completo desde el ferrocarril
Belgrano de Las Varillas con la producción de la empresa a Bolivia.
La relación con los empleados Un capital de la firma Campra es que muchos de sus trabajadores comenzaron su actividad laboral y se jubilaron ahí, la mayoría continuaron siendo amigos y compartien-
do diferentes encuentros que realiza la empresa.
Aunque Héctor esta retirado, continúa yendo a la fábrica, con muy poca actividad. So-
bre el momento que vivimos, aseguró que, como otros, hay que “aguantarlo y pasarlo, en
Argentina tenemos todo, es cuestión de trabajar y manejarlo, y con honestidad, cosa que ha mermado mucho, tenemos el problema de la corrupción, de a poquito se irá arreglando eso, pero no “Le agradezco a mi familia que acompañó siempre y que siguen con la empresa”
Sobre los jóvenes, Héctor dijo que son más “vivos que nosotros, porque cuando pichones se meten debajo del brazo de papá y mamá, pero cuando llega el momento y tienen que enfrentar una realidad, saben hacerlo”.
En cuanto a la tecnología reconoce que lo superó totalmente, pero le aportó un cambio importante en la comercialización, anteriormente viajaban a vender los productos, lo cual con internet se ha agilizado, al igual que la administración.
Afirmó que a sus hijos y nietos les deja como fortaleza los buenos ejemplos que les va dando, que entiende van copiando. En su caso su padre y Benoit, que considera un segundo padre, lo acompa-
ñaron y aconsejaron para que pudiera desarrollarse y ser lo que actualmente es.

La etapa en el automovilismo: “Ahora me acelera el pulso cuando corre mi nieto Tomás”
Su pasión por el automovilismo lo acompañó de niño, y ya instalado en la fábrica, un día
lo buscan para ser piloto para un For T que había comprado una peña local, después de
correr mucho tiempo en pista ganando varios campeonatos y subcampeonatos, siempre
tuvo la idea de correr con autos con techo y ahí compra el famoso R12, lo preparan
junto a Pepe Narvaja que era el mecánico, para correr.
Hicieron el Rally Vuelta América del Sur, lo cual recuerda fue durísimo pero hermoso,
porque se desarrolló durante 40 días y había dejado la fábrica. Le había prometido
a la gente de Las Varillas que daba la vuelta a América del Sur, ubicándose cuartos en su
categoría y décimo segundo en la general.
El Heraldo de la época refleja el recibimiento con bomberos, campanas de la Iglesia, y una gran multitud que los recibió demostrándoles el agradecimiento y las felicitaciones por haberlos representado.
Después vino el R18, con el cual iban a correr la vuelta de Los Ángeles, pero unos días antes cuando les estaban haciendo la despedida antes de partir, les mandan un fax diciéndoles que se había
suspendido. Lo más complejo fue recuperar el auto que ya había embarcado días antes,
por lo tanto, además del gasto económico, tuvo que hacer numerosos trámites para que
regresara, por suerte no había bajado del barco, por lo tanto, continuó viaje haciendo la
vuelta completa hasta llegar a Buenos Aires: “El auto tenía más kilómetros en agua que
en tierra, expresó.
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