En el marco de la presentación de las listas para las elecciones de octubre, la realidad de los argentinos está mucho más enfocada en el día a día que en saber quiénes encabezarán o integrarán dichas listas de candidatos a Diputados Nacionales, para las elecciones de medio término de octubre.
La palabra clave dejó de ser inflación, y se fue reemplazando por otras preocupaciones como desempleo y salarios. Con el aumento del 14 por ciento del dólar de julio, que luego se comenzó a estabilizar, pero superó la línea de los 1300, y desde los primeros días de agosto todo se trasladó a precios, por lo tanto, los consultores privados están estimando una inflación mayor que en julio, y bastante lejos aún de lograr el objetivo del gobierno del 1 por ciento mensual.
En un marco donde es latente la tensión social, y hay una coincidencia generalizada de que en una casa los costos siguen subiendo tanto en servicios como en alimentos, los salarios quedaron retrasados y comienza a sobrevolar el fantasma del desempleo.
Muchos analistas, incluido el Financial Times, uno de los más importantes medios del mundo en materia económica, describió la fragilidad del plan económico del Presidente Milei, con una estrategia orientada a un mercado interno reducido, abastecido en gran parte por importaciones más baratas que la producción local, dejando en pie solo a las industrias con ventajas comparativas o ligadas a multinacionales exportadoras, lo que está perjudicando notablemente a la industria local, y cuando decimos “local”, es también en Las Varillas. (no es casualidad la reciente audiencia entre Pauny y la UOM donde todavía no se ha dejado de lado la posibilidad de reducción de horas de trabajo por la caída del 50 por ciento en las ventas).
Las empresas argentinas y podemos observarlo en nuestra ciudad, en todos estos años invirtieron en tecnología, equipos de trabajo, en mejorar sus productos, con el objetivo de poder satisfacer con buena calidad y servicio el mercado interno, pero también pensando en poder exportar. Sucede que ahora se encuentran que las reglas para competir las dejan en una posición desventajosa con la apertura “indiscriminada” de las importaciones.
El gobierno decidió abrir la economía para que los ciudadanos paguen productos más baratos, de hecho, comprar un par de zapatillas en el país o un teléfono hasta hace unos meses era muy costoso y privativo, pero esa decisión se puso por delante de las reformas que se hubieran requerido en primera instancia para que las condiciones sean más “parejas” para todos, y proteger a la industria nacional porque detrás de ella hay puestos de trabajo de argentinos.
Al mismo tiempo el sistema financiero sobre el que se “recuesta” el gobierno tampoco es accesible ni a los ciudadanos ni a las empresas, para que comience a motorizar sobre todo el consumo que, aunque tiene variaciones y en algunos casos logró mejorar, en líneas generales no repunta como se esperaba a esta altura de los más de 600 días de gobierno.
Si está cambiando la matriz productiva del país, hay actores que no fueron participados de tal cuestión, las reformas prometidas, tanto laborales como impositivas, se mencionan prácticamente desde todo el arco político, pero nadie profundiza en lo que realmente hace falta o se debería hacer.
Evidentemente octubre será clave para el gobierno, porque de alguna manera pone en juego el respaldo de la sociedad, que le dirá si va por buen camino o tendrá que comenzar a hacer cambios.