El ex combatiente Ariel Falco, de la localidad de Alicia, realtó lo que vivió en la guerra de Malvinas en 1982, ciclo que pudo cerrar en su vida en enero pasado cuando volvió a pisar suelo malvinense después de 43 años. «Estamos contentos de poder seguir viviendo, de poder estar entre la sociedad”, expresó entrevistado por EL HERALDO.
Ariel Falco es ex combatientes de Malvinas, quien el 11 de enero pasado estuvo por primera vez en las islas después de 43 años de haber sido uno de los jóvenes soldados que fue a la Guerra, con todo lo que ello implicó en aquel momento, y las emociones que afloraron en esta oportunidad. “En Malvinas se puede ver la inmensidad del paisaje, se siente el viento y en el cementerio argentino se escuchan los rosarios que golpean en la cruz de cada tumba de los soldados caídos”.
Explicó que el viaje fue planeado durante largo tiempo: “Siempre dije que iba a volver, y siempre
pensé que lo iba a hacer con las islas recuperadas, no fue así, pero bueno, siempre tuve la intención de volver como por última vez, hace unos años empezamos a hablar con mi esposa que creía que era el momento, estaba pasando un momento regular en la parte de salud, y decidimos ir, lo comenté con los compañeros de acá, y con los grupos de compañeros que estaban junto conmigo, así que fuimos un gru-
po de 11 personas, conmigo fue mi esposa, fuimos cuatro veteranos con amigos y familiares”.


Al expresar sus sentimientos al volver a pisar suelo malvinense dijo: “Sentí alegría y alivio, que estaba cumpliendo con lo que había planeado mucho tiempo y que por fin lo estaba haciendo, disfruté mucho del viaje, tuve la suerte de encontrar mi posición, pude traer la turba, y en el pozo donde estuve dejé
la mochila que llevaba y me vine con un alivio muy grande”.
Afirmó que cada año en los actos, los ex combatientes tratan de acompañarse mutuamente “tratando de disfrutar de esta fecha, porque ya somos grandes y estamos contentos de poder seguir viviendo, de poder estar entre la sociedad”.
Palabras que tienen un significado muy especial, porque durante muchos años y sobre todo los primeros años después de la guerra, no sucedió de esta manera, sino todo lo contrario, prácticamente no podían hablar del tema y muchas veces no podían decir que eran ex combatientes de Malvinas porque automáticamente quedaban excluidos de la posibilidad de encontrar trabajo. Nadie quería a un ex combatiente porque pensaba que iba a tener, problemas ya que las secuelas de la guerra estaban latentes y habían dejado un daño psicológico importante, y el Estado los había dejado a la deriva, sin trata-
mientos ni contención alguna.
«Hoy nos sentimos más valorados»


El reconocimiento comenzó a llegar en los últimos años y de la clase política lo cual antes no
se daba: “Hoy nos sentimos más valorados, y nos unimos mucho porque nosotros siempre decimos
que nada mejor que un Veterano para otro Veterano, porque cuando uno habla el otro entiende de qué habla, es como si fuéramos nuestros propios psicólogos, y gracias a la globalización nos hemos encontrado, nos hemos vuelto a reunir y eso ha servido para las luchas comunes, para pasar
momentos, y para saber el uno del otro, porque en muchos casos no nos vimos nunca más”, comentó.
Ariel es una clase mayor al resto de los Veteranos de la zona, es clase `62, y ya había vuelto a su casa del servicio militar cuando comienza la guerra, estaba en su casa en el campo junto a sus padres, productores tamberos. Ese día, 2 de abril de 1982 vio por televisión el inicio de la guerra:
“Pertenecía al Regimiento de Infantería 25 de Sarmiento en Chubut, el Jefe del Regimiento, Seineldín fue quien tomó las islas, y yo le decía a mi papá que iba a tener que ir a darle una mano a Seineldín por
que me iba a necesitar, y él me decía que no diga eso que en cualquier momento te llaman,
y así fue, pasaron dos o tres días y llegó la llamada. Yo me fui de mi casa sabiendo a donde iba y para qué iba”, recordó.
Cuando llegó a su unidad se encontró con otros compañeros que también habían sido reincorporados, les dieron la ropa y el armamento y después de algunos días, los trasladaron a Comodoro Rivadavia donde tomaron el avión para ir a Malvinas, llegando el 11 de abril a suelo malvinense, donde los
días allí estuvieron signados por el frío y el hambre. El 25 de abril, las fuerzas inglesas to-
man las islas Georgia, mientras que ellos comenzaron a vivir en sus posiciones en las carpas cercanas al aeropuerto argentino, hasta el 1 de mayo que llega el bombardeo inglés, que obliga a los soldados argentinos a saltar a sus posiciones conocidos como pozo del zorro.
«Nos dolió mucho el día que nos tuvimos que rendir»
“Ahí es donde empieza nuestra vida ahí adentro del pozo, hasta que termina la guerra, por estar en el aeropuerto y ser el lugar, la pista, donde los ingleses atacaban, sufrimos todo el tiempo el bombardeo de los aviones, y durante la noche los barcos ingleses que se acercaban hasta 15-20 kilómetros de la costa, y también bombardeaban, haciendo un trabajo psicológico, así que nos dormíamos con el sonido de cuando partía el proyectil del barco, y el sonido en el aire del proyectil que caía y explotaba, una vez un poco más allá, otra vez un poco más acá, siempre con la incertidumbre y el miedo de
que nos cayera donde estábamos nosotros ….”, relató Ariel en conversación con EL HERALDO.
Agregó: “Nosotros teníamos confianza, pensábamos que no iba a suceder lo que sucedió, que ellos vinieran, confiábamos en nuestras fuerzas, creíamos que los podíamos vencer antes de que desembarcaran, y no fue así. Nos dolió mucho el día que nos tuvimos que rendir, además nos
venían diciendo que la guerra la estábamos ganando, creímos siempre en lo que nos decían. La
rendición la vivimos con mucha tristeza, porque habíamos hecho mucho sacrificio, a su vez, nos alegró por otro lado, porque volvíamos a casa, cuando en muchos momentos no sabíamos si íbamos a volver o no..”.
El regreso a casa fue solitario y muy pocas personas del pueblo se enteraron. “Volví un poco escondido, salimos en grupo, una noche nos llevaron en colectivo a Bahía Blanca, de ahí tomamos un tren a Buenos Aires, y después otro a Rosario, de ahí me vine en colectivo a Bell Ville, y de ahí a dedo a San Antonio de Litín, donde la Municipalidad me fue a buscar y me llevó a mi casa en el campo. Mi papá venía todos los días a Las Varillas a esperar los colectivos que venían de Córdoba, porque no llegaban a Alicia, y yo volví
por otro lado. Ellos estaban un poco desesperanzados porque todos habían vuelto, creían que
no iba a volver, y una vez que llegué a mi casa se llenó la casa de vecinos y fuimos al pueblo a
encontrarme con mi papá que llegaba de Las Varillas”, contó.







