Columna de Fernando Movalli – 15/12/22, desde Dubai
Las notables diferencias dentro del “Mundo Árabe”, tanto en Países del Oriente Medio como del norte africano, son realmente sorprendentes y simples de comprobar. Quizás, lógico para aquella Jordania sin petróleo que le peleó a la adversidad con otras armas. O en la Palestina de Cisjordania, por ocuparse más de su histórico conflicto con los hebreos que de cambiarle la vida a su pueblo tan sufrido. Pero fundamentar y explicarse las carencias y vidas cuasi medievales observadas en la mayor parte de, Egipto, por ejemplo, es un tema complicado. Carencias y vidas cuasi medievales en plena globalización mundial desde hace tiempo, que incluye un presente tecnológico al alcance de todos. Salvo claro, que se lo, autolimite en base a culturas y costumbres ancestrales de alto arraigo a partir, probablemente, de una ortodoxia religiosa que late al compás de su extremo fanatismo. Ese fanatismo del islam transmitido e impuesto de generación en generación, aún en la salvedad de recordar que, si bien todos los musulmanes son árabes, no todos los árabes son musulmanes. Y he ahí quizás una de las poderosas razones por lo cual se da ese contraste tan notorio entre esta Dubai ahora sumamente cosmopólita y ultra moderna y una buena parte de “sus hermanos” de sangre e historia sumidos en la más absoluta de las
pobrezas. Excluyendo a Qatar por esa obvia cuestión de este presente forjado poquitos años atrás, más alguno que otro país de estos Emiratos Árabes Unidos. Países árabes que contaron no solo con el poder económico que da el “oro negro”, sino con lo más importante que fue el cambio de mentalidad en el momento oportuno para cambiar de cabo a rabo su destino. Un cambio de mentalidad a partir de ser inteligente y audaz para adecuarse sin medias tintas a ese mundo globalizado y tecnológico y disfrutar hoy de las mieles del impresionante ingreso de divisas del turismo y de una situación de pleno empleo y prosperidad que también ayuda y mucho con el sostenimiento de la paz. Irán, Omán, Siria, Irak o el Líbano también productores históricos de petróleo sin olvidar a los saudíes o Kwait y sin embargo todos a años luz de Dubai y otros Emiratos de la zona o el mismo Qatar o Barhein. Datos por estas geografías para ejemplificar presentes a nivel del primer mundo de occidente o nipones, chinos y coreanos del otro lado o la Oceanía tan joven y de alta calidad de vida también. El mismo Israel, con escaso aporte de energías naturales y un fanatismo a cuestas por su religión judía, es otro ejemplo de prosperidad en un corto lapso, pero, obviamente, a partir de su estrecha ligazón con occidente., Se dice, por estas tierras, que la renovación generacional de algunas monarquías en los últimos veinticinco años no es ajena al impresionante progreso conseguido.
Ya en Doha nos comentaban del cambio rotundo que se dio desde 1995 cuando el joven Emir Hamad destituyó a su propio padre, el Emir Khalifa, para poder insertar al Emirato catarí en la comunidad internacional. Un símil de lo ocurrido aquí en Dubai pero más acá en el tiempo, desde 2005, a partir de la asunción del Jeque Rashid Al Maktum, aunque con un impresionante progreso exponencial que está a la vista.
Que todo fue cuestión de inteligencia y adecuación al nuevo orden mundial globalizado, petrodólares de por medio, sería como simplificar una cuestión mucho más compleja. Pero un buen porcentaje de este quiebre histórico para cambiar sus destinos sin dudas está ligado a ello. Por esa nueva mentalidad que sigue arrasando prejuicios y culturas ortodoxas y por una buena dosis de decisión y coraje no exenta de graves y profundos conflictos generacionales como pudimos comprobar.
